Cannabis

Cannabis sativa L.

Clasificación Botánica

Familia: Cannabaceae

La planta es anual, habitualmente erecta, alcanzando entre 2 y 3 metros de altura o más, con tallos variables, resinosos, angulares y huecos, especialmente en la base. Las hojas basales son opuestas, mientras que las superiores son alternas, estipuladas, con largos pecíolos, palmadas y con un número variable de foliolos, que van de 3 a 11. Los foliolos son lanceolados, con margen serrado, acuminados, con una longitud de aproximadamente 10 cm y un ancho de 1,5 cm. Las flores son monoicas: las masculinas se agrupan en panículas terminales y presentan 5 pétalos amarillentos y 5 estambres poricidas, mientras que las flores femeninas son axilares y terminales, con un ovario uniovular. El fruto es un aquenio de color marrón, globoso, cubierto por una cutícula y con endospermo carnoso. Toda la planta emite un olor muy fuerte y tiene un sabor aromático.

Existen dos variables principales de cannabis: Cannabis sativa y Cannabis indica (esta última a menudo considerada una variedad de la primera y denominada Cannabis sativa var. indica), además de una tercera, Cannabis ruderalis. Dentro de estas subvariedades, se han desarrollado numerosos híbridos mediante selección genética de las plantas.

La clasificación de cannabis puede realizarse de la siguiente manera:

Cannabis sativa subsp. sativa

Cannabis sativa subsp. sativa var. sativa

Cannabis sativa subsp. sativa var. spontanea

Cannabis sativa subsp. indica

Cannabis sativa subsp. indica var. indica

Cannabis sativa subsp. indica var. kafiristanica

La presencia de ejemplares salvajes es extremadamente rara, aunque no así la de ejemplares asilvestrados a partir del cultivo doméstico. Solo se deben cultivar plantas femeninas, siendo recomendable suprimir las plantas masculinas cuando estas empiezan a mostrar su género. La presencia de plantas masculinas provoca una fructificación prematura que reduce significativamente el contenido de sustancias psicoactivas en las flores femeninas.

El momento de cosecha es crucial y debe realizarse justo antes de la floración completa, cuando las flores femeninas comienzan a liberar gotas de resina. Los cultivadores expertos utilizan lupas o lentes de aumento para observar este proceso de culminación de la floración, que generalmente coincide con el inicio de la fructificación de los capítulos florales más tempranos.

Historia y Etnobotánica

Las referencias históricas al consumo de cannabis datan de más de diez mil años. El cáñamo ha tenido múltiples utilidades, desde su uso como fibra y la obtención de aceite de sus semillas, hasta su acción psicotrópica utilizada con fines recreativos y medicinales. En tumbas de hace 4,000 años en China, se han encontrado prendas hechas de cáñamo. Los chinos probablemente fueron los primeros en utilizar el cannabis, y en la época del emperador Shen Nung, del siglo XXI (2737 a.C.), se realizó la primera descripción completa de la planta, así como una relación de sus usos, que incluían alteraciones del ciclo femenino, reumatismo y tratamiento de fiebres.

Los Vedas, libros sagrados de la India, atribuyen propiedades divinas al cáñamo, mencionando que Shiva lo extrajo de la leche oceánica para obtener los Amritas, o néctares sagrados, entre los que se encontraba el cáñamo, ofrecido a la humanidad como fuente de valor, placer y deseo sexual. Antiguos vocablos indios equiparaban el nombre del cannabis al de Victoria, la bebida preferida del dios Indra. La preparación del bhang, hecha a partir del cannabis, era un ritual sagrado, y según las indicaciones del dios Shiva, su nombre debía ser recitado y cantado repetidamente durante la siembra y la cosecha. Asirios y escitas también practicaban sahumerios de cannabis, como lo demuestran los estudios de las tumbas en Asia Central.

El historiador griego Heródoto, del siglo VI a.C., fue uno de los primeros occidentales en citar los usos del cáñamo, traído a Grecia por la cultura de los escitas, poblaciones nómadas de Asia Central que contribuyeron a su difusión en la cultura occidental. Heródoto también menciona la práctica de sahumerios de cannabis. En el siglo II a.C., el padre de la medicina escolástica, Galeno, mencionó el cannabis como un método para provocar hilaridad. El cannabis se ha considerado útil en muchas actividades humanas, generalmente como fuente de fibras textiles para zapatillas, ropa y otros tejidos. Su uso textil ha disminuido en el último siglo, siendo reemplazado por otras plantas textiles como el lino y el algodón. Al mismo tiempo, el consumo recreativo de cáñamo ha aumentado en las sociedades occidentales y se ha mantenido en aquellos países donde su consumo tradicionalmente era tolerado, como los países árabes y africanos.

A mediados del siglo XIX, el consumo de cannabis se generalizó desde China y Oriente Próximo a Europa y, posteriormente, a otros países occidentales, lo que llevó a los gobiernos a establecer legislaciones restrictivas sobre su uso entre las décadas de 1920 y 1950. La utilización medicinal del cannabis es casi tan antigua como la misma historia de la medicina, con registros históricos que se remontan a casi cinco mil años en China, India y Asia Central, donde se recomendaba para padecimientos nerviosos (como sedante), como analgésico y regulador digestivo.

El uso medicinal en Occidente comenzó a mediados del siglo XIX, recomendándose como analgésico, especialmente para migrañas. Actualmente, el estudio de los efectos medicinales de la marihuana y sus derivados es de gran interés y relevancia. Entre las enfermedades y problemas que pueden mejorar con el tratamiento de marihuana, se encuentran:

Cáncer y SIDA: Aumenta notablemente el apetito, recomendándose como tratamiento complementario para la anorexia propia de estas enfermedades. Además, alivia la falta de apetito mediante la reducción efectiva del reflejo del vómito. En España, la única indicación médica legal es la de reducir náuseas y vómitos en pacientes con cáncer tratados con quimioterapia.

Glaucoma: La marihuana puede reducir la presión ocular entre un 20% y un 40%, lo que disminuye el riesgo de ceguera y otras complicaciones oculares derivadas del glaucoma.

Sistema Nervioso: El cannabis tiene una acción compleja sobre el sistema nervioso. Aunque puede provocar brotes psicóticos e hiperexcitabilidad en algunos casos, su acción global es relajante, útil en padecimientos como epilepsia (por su acción anticonvulsiva), dolores intestinales, migrañas y trastornos dolorosos menstruales.

Esclerosis Múltiple y Esclerosis Lateral Amiotrófica: Reduce la espasticidad muscular y puede mejorar la evolución clínica de las crisis en estas enfermedades, aunque no se ha demostrado una mejor evolución clínica de la enfermedad en sí.

Tics Nerviosos: Algunos estudios sugieren que el THC puede reducir los tics nerviosos en tratamientos de seis semanas, probablemente debido a su intensa acción relajante muscular.

Enfermedad de Parkinson y Síndrome de Alzheimer: Algunos estudios relacionan el uso de THC con una mejoría de síntomas en estas enfermedades.

Drogadicciones: Algunos estudios sugieren que el cannabis, controlado por un sistema de rehabilitación, puede ser útil en la deshabituación de drogas “duras” como la heroína o en casos de alcoholismo.

Angustia y Depresión: Algunos psiquiatras recomiendan el uso terapéutico del cannabis para tratar procesos de angustia o depresión.

Accidente Cerebrovascular: El cannabidiol parece tener un efecto antioxidante sobre las células cerebrales, lo que puede actuar como protector en caso de accidente cerebrovascular.

Composición Química

El contenido de cannabinoides en las plantas o partes de la planta varía enormemente. Las semillas contienen muy poco, mientras que las cutículas de las semillas tienen una concentración bastante alta; las flores femeninas suelen tener la mayor concentración, mientras que las hojas tienen una concentración variable, siendo generalmente menor en las hojas grandes y bajas en comparación con las hojas más altas y pequeñas. El proceso de secado del cannabis también influye significativamente en la concentración final de cannabinoides. Un secado con un alto grado de humedad puede reducir considerablemente la concentración de estos compuestos.

El término "cannabinoide" describe un grupo de compuestos con estructura carbocíclica de 21 carbonos, incluyendo las sustancias análogas y los productos de su metabolismo. Los principios activos más relevantes son los cannabinoides, entre los que se destacan el tetrahidrocannabinol (THC), cannabinol, cannabidiol, ácido cannabinolídico, cannabigerol y cannabicromeno

 

Efecto

El cannabis actúa sobre los receptores cannabinoides cerebrales, que también se encuentran distribuidos por todo el cuerpo. Estos receptores fueron descubiertos en 1990 por Mechoulam. Además, se observó que estos neurotransmisores son activados por la anandamida, un neurotransmisor cerebral endógeno. La anandamida, que es un endocannabinoide, se encuentra en varias áreas cerebrales, incluyendo el hipocampo, el hipotálamo, el cuerpo estriado y el cerebelo.

Efectos atribuidos a la anandamida:

  • Disminución de la precisión motora.
  • Reducción de la capacidad de aprendizaje al inhibir la liberación de acetilcolina.
  • Inhibición de la libido.
  • Inhibición del sistema de recompensa.
  • Reducción de la frecuencia cardíaca y dilatación de las arteriolas cerebrales.
  • Cambios hormonales complejos, incluyendo la reducción de hormonas como LH, GH y prolactina, así como el aumento de corticosteroides y ACTH.

Este efecto no es exclusivo del cannabis; también se observa en los receptores opioides, que son estimulados por los alcaloides de la adormidera, de ahí su nombre. La relación entre los receptores cannabinoides y opioides es estrecha, ya que comparten numerosas acciones fisiológicas. De este modo, el cannabis altera la transmisión de la energía nerviosa.

Los receptores cannabinoides, denominados CB1 y CB2, están presentes incluso en animales invertebrados, lo que sugiere que desempeñan una función vital y antigua en la evolución de la vida. Los receptores CB1 parecen tener un efecto particular sobre los mecanismos psicológicos y son los principales responsables de los efectos psicotrópicos del cannabis. Por otro lado, los receptores CB2 están involucrados en la estimulación del sistema inmunitario, lo que sugiere que el cannabis podría tener efectos inmunomoduladores.

Los receptores CB1 son extremadamente numerosos en el cerebro, con una concentración aproximadamente diez veces mayor que los receptores opioides, y se encuentran en las membranas celulares, tanto externas como internas. Los receptores CB2, en cambio, están presentes exclusivamente en algunas células del sistema inmunitario. Aunque se ha demostrado que tienen algún efecto estimulante, este no es tan significativo como el efecto sobre la neurotransmisión nerviosa. Los receptores cannabinoides están especialmente presentes en los ganglios basales (coordinación motora voluntaria), el cerebelo (coordinación del equilibrio y motora involuntaria), el hipocampo (memoria reciente), el lóbulo frontal (memoria operativa), la zona límbica (emociones y motivación) y la corteza cerebral (percepción temporal, ideas elaboradas, sueños).

Los cannabinoides tienen un notable efecto sobre la transmisión sináptica de las neuronas. A dosis bajas, suelen estimular la transmisión, mientras que a dosis más altas, su efecto es inhibitorio. Sin embargo, su efecto es más complejo, ya que también actúa sobre el eje adreno-hipofisario, produciendo efectos en el sistema hormonal. Esto explica la variedad de síntomas emocionales, adictivos y psicógenos asociados con el cannabis.

Cuando el cannabis o sus productos se fuman, el inicio del efecto es prácticamente inmediato, generalmente en uno o dos minutos, y dura entre una o dos horas. Posteriormente, puede persistir una modorra o efecto residual que se extiende hasta cinco o seis horas, y en algunos casos, hasta 24 horas después. El THC puede detectarse en el plasma hasta 30 días después de su consumo debido a su alta liposolubilidad, lo que hace que una parte significativa de los cannabinoides consumidos se almacene en las grasas corporales. Esta lipofilia de los principios activos del cannabis hace que el THC y sus derivados se fijen predominantemente en las membranas celulares nerviosas.

El efecto del cannabis, que actúa globalmente como agonista de la dopamina (dopaminérgico), varía según el individuo, la calidad y cantidad de la sustancia consumida, y la duración del efecto, aunque la vía de administración tiene una influencia menor. Inicialmente, suele producirse una intensa relajación con una hiperestesia moderada (aumento de la percepción visual, auditiva, olfativa y táctil), y se inicia el denominado síndrome amotivacional, caracterizado por una alteración importante de los procesos mentales y sensitivos, dificultades en la retención de memoria y en las habilidades manuales. En esta fase inicial, se suelen incrementar las percepciones artísticas y emocionales, como la música o el diálogo, aunque el razonamiento sobre las expresiones utilizadas no siempre es preciso. La euforia es bastante común, al igual que los ataques de risa. Las dosis elevadas, en individuos predispuestos, pueden provocar fenómenos visuales, pero no se considera que el cannabis sea una sustancia alucinógena en el sentido estricto, ya que no causa alteraciones significativas en las percepciones visuales o auditivas, como ocurre con otras sustancias psicotrópicas.

En una segunda fase, se incrementan el apetito y la somnolencia.

El consumo de cannabis por vía oral suele tener efectos más prolongados en el tiempo. Si se consume junto con alimentos, el efecto dura más que si se consume en ayunas. Por vía oral, los efectos comienzan entre 30 y 50 minutos después de la ingesta, alcanzan su máximo entre 2 y 4 horas, y pueden durar hasta 8 horas. Para obtener el mismo efecto, es necesario consumir una mayor cantidad por vía oral, lo cual se compensa con la duración prolongada de su efecto.

Preparaciones y Dosificación

La forma de consumo más habitual del cannabis es fumar las hojas y flores femeninas, así como los subproductos derivados como el hachís.

El hachís es una resina concentrada de la planta femenina en floración. Su nombre proviene del vocablo árabe "عشب" que significa hierba. Tiene un color oscuro, marrón o marrón verdoso, y se presenta en forma de pastillas o bloques comprimidos, aglutinados por el material resinoso. La tradición de preparar hachís se extiende desde el norte de África hasta la India. En el norte de Marruecos (región del Rif, principal productora y exportadora mundial), el hachís se produce golpeando ligeramente la planta femenina desecada para que caigan las gotas de resina y parte del capítulo floral femenino, conocido botánicamente como tricoma. El polvo resultante se convierte en tabletas de hachís, que son duras a temperatura ambiente pero se reblandecen con el calor. Este polvo sin comprimir se denomina "polen", aunque erróneamente, ya que no proviene de las flores masculinas, sino de los tricomas de las flores femeninas. El hachís se consume habitualmente fumado, a menudo mezclado con tabaco, aunque también se puede utilizar para preparar galletas o mezclarlo con mantequilla, que actúa como disolvente graso. La concentración de THC en el hachís es significativamente mayor que en la marihuana a partir de la cual se ha elaborado, generalmente triplicando o cuadruplicando su potencia, y puede llegar a contener hasta un 20% de THC u otros cannabinoides.

El bhang es una preparación tradicional india hecha a base de hojas y capítulos florales femeninos triturados y mezclados con especias y miel. Se consume como dulce o se mezcla en diversas tisanas y en la preparación de thandai, una bebida que incluye miel, almendras, azúcar y leche. El Bhang lasso es otra bebida en la que esta preparación se mezcla con yogurt. El bhang es una de las preparaciones de cannabis más citadas en "Las mil y una noches".

El ghanja es una preparación alimentaria tradicional india hecha a base de manteca de cannabis extraída de sus semillas. Se prepara formando bolas que se cuecen, lo que reduce significativamente el contenido de tetrahidrocannabinol, convirtiendo este producto en un alimento utilizado como postre.

El aceite de cannabis se elabora tradicionalmente disolviendo el hachís o la resina de cannabis en un solvente, generalmente alcohol, aunque también se puede usar éter o butano. Después se deja evaporar el solvente, resultando en una sustancia aceitosa espesa que puede variar en color desde marrón oscuro hasta un verde claro típico de los aceites. Generalmente, los aceites más oscuros contienen más impurezas y una menor concentración de THC, aunque esto depende de la calidad de la planta utilizada.

El charas, originario de India, Nepal y Tíbet, es un producto elaborado con la resina de las flores de cannabis y se fuma en pipas tradicionales llamadas xylums. Se prepara frotando las flores de cannabis con las manos para que la resina se adhiera a ellas.

La dosificación media de un porro suele ser de 2.5 mg de THC.

Efectos Adversos

Los efectos secundarios del cannabis suelen ser poco significativos, excepto en personas con una predisposición paranoica o psicótica, en quienes pueden alterar la medicación prescrita o desequilibrar un estado emocional o mental frágil.

Los episodios paranoides, aunque no son infrecuentes, suelen ser transitorios y se presentan especialmente en personas que no han tenido experiencias previas con el cannabis como droga recreativa. El cannabis puede exacerbar procesos psicóticos preexistentes, que generalmente deben tratarse con medicamentos psiquiátricos. La esquizofrenia o la psicosis maniaco-depresiva (particularmente en su fase maníaca) pueden desestabilizarse tras el consumo de cannabis, aunque esto es aplicable a la mayoría de las drogas recreativas.

El síndrome amotivacional está más relacionado con el consumo crónico y frecuente de cannabis que con el consumo ocasional. Incluye lapsus de memoria, fatiga, baja autoestima, dificultad de concentración e incluso confusión. Es más probable que este síndrome se deba a la dependencia del consumo (ya que los niveles de cannabinoides en circulación no suelen reducirse a cero) que a un efecto crónico sobre la capacidad intelectual.

El consumo regular de cannabis puede llevar a una adicción, que es principalmente psicológica. La abstinencia no suele causar síntomas físicos graves, pero se estima que entre el 5% y el 10% de los consumidores ocasionales se convierten en consumidores crónicos, muchos de ellos durante toda su vida. Los síntomas psicológicos de deshabituación suelen ser relativamente leves, con una cierta ansiedad que generalmente desaparece en uno o dos meses después de cesar el consumo. La dificultad para dejar el consumo parece depender más de la personalidad y la idiosincrasia del individuo que del cannabis en sí. Por esta razón, el cannabis y sus derivados se catalogan a menudo como una droga blanda, aunque esta clasificación es imprecisa y sugiere una menor gravedad en el consumo ocasional.

En cuanto a sus efectos respiratorios, el cannabis fumado parece ser más nocivo que el tabaco debido a su mayor capacidad de irritar la mucosa bronquial. Se estima que fumar un porro al día es comparable a fumar entre cinco y diez cigarrillos diarios en términos de nocividad para la acción bronquial aguda, como tos, bronquitis o episodios asmáticos. La evidencia sobre la relación entre el consumo de cannabis y el riesgo de cáncer broncopulmonar es menos clara, especialmente porque el consumo de cannabis a menudo se combina con el tabaco. Aunque el tabaco contiene más alquitranes que la marihuana, lo que podría indicar que esta última tiene una menor capacidad de inducir cáncer broncopulmonar.

Dado que el cannabis puede producir taquicardia, se recomienda precaución en personas con enfermedades cardiovasculares, restringiendo el consumo de tabaco.

El consumo elevado de cannabinoides, especialmente THC, ha demostrado reducir los niveles de testosterona en animales, lo que puede disminuir la cantidad y calidad del esperma, y se sospecha que afecta la fertilidad animal. La relación entre el consumo de cannabis y el bajo peso al nacer de los hijos es controvertida. Algunos estudios en sociedades occidentales sugieren una asociación con el consumo de otras drogas, como tabaco y alcohol, mientras que investigaciones en Jamaica no muestran diferencias significativas entre mujeres consumidoras y no consumidoras de cannabis. No se han encontrado referencias a malformaciones genéticas debido al consumo de cannabis por parte de los progenitores.

No hay datos clínicos que indiquen intoxicaciones mortales por cannabis ni muertes directamente relacionadas con su uso o abuso. Los estudios sobre la dosis letal 50 (DL50), que se aplica a la mayoría de drogas y fármacos, indican que para que un adulto consumiera una dosis potencialmente letal, debería ingerir alrededor de 1.5 kg de marihuana de alta pureza al día, o una cantidad similar si fuera fumada.

Efectos como la boca seca o la inyección de los capilares conjuntivales (ojos rojos y llorosos) no se consideran efectos adversos graves, sino efectos secundarios del consumo de esta sustancia.

El tratamiento farmacológico de la intoxicación por cannabis generalmente consiste en reposo. Si hay agitación o paranoia, se pueden administrar benzodiacepinas, y si hay paranoia significativa, agresividad o problemas psicóticos, se puede usar haloperidol. En general, el tratamiento es sintomático para los efectos psicodislépticos provocados por el cannabis.

 

Fuente

Guía de las plantas psicoactivas; historia, usos y aplicaciones. Dr..J.L. Berdonces

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